Modulo:
Reflexión sobre el pensamiento y que hacer humano
Docente:
Soledad Susana rivera Ramírez
Carrera:
Informática
Grupo:
605
Matricula:
112040107-8
Nombre del alumno:
Verónica guerrero barajas
EL
MITO DE LAS CAVERNAS
El Mito de la Caverna (Libro VII de
"La República) es una narración alegórica con la que Platón nos explica su
teoría de la existencia de dos mundos: el mundo sensible, el de las apariencias
(que percibimos por los sentidos) y el mundo de las ideas, el verdadero(solo alcanzable
mediante la razón)Describe, metafóricamente, la situación que guarda el ser
humano ante estos dos mundos del conocimiento. Dentro
de una caverna se encuentran, desde su nacimiento, unos prisioneros encadenados
de cuello y piernas, sólo pueden mirar hacia el muro del fondo, detrás de ellos hay una
hoguera encendida, y entre ésta y ellos un camino escarpado, a lo largo de éste,
hay un muro de cierta altura por donde pasan unos hombres con
toda clase de objetos que asoman por encima de él. En el muro del fondo se
proyectan las sombras de estos objetos y de los hombres que los portan. Es lo
único que pueden ver y que han visto los prisioneros durante toda su vida. Uno
de los prisioneros logra liberarse y sale de la caverna, conociendo por primera
vez las cosas reales.
Deslumbrado por la luz del sol, no logra distinguir entre lo verdadero y lo que
creía verdadero. Mediante el razonamiento, logra distinguir entre la idea que
tiene de las cosas y lo que realmente son las cosas .En este diálogo con
Glauco, Platón hace una "analogía metafórica: Los prisioneros atados
representan a los seres humanos en estado de ignorancia; las sombras proyectadas,
son las apariencias, lo que creemos que son, el mundo sensible; lo que está afuera
de la caverna, la luz (el sol) es el conocimiento verdadero. El prisionero
liberadores presenta al filósofo, el sabio, el que deberá guiar a los hombres
ignorantes hacia el conocimiento verdadero a través de la razón. Como en toda
la obra de Platón, utiliza la "mayéutica", método socrático que
consiste en hacer preguntas al discípulo para que éste vaya descubriendo el
conocimiento latente en él. Recordemos que para Platón, nacemos sabiendo, lo
que hay que hacer es sacar el conocimiento, con la guía de un maestro al que
llama "partero de almas".

El mito de la caverna
I - Y a continuación -seguí-,
compara con la siguiente escena el estado en que, con respecto a la educación o
a la falta de ella, se halla nuestra naturaleza.
Imagina una especie de cavernosa vivienda subterránea provista de una larga
entrada, abierta a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna, y
unos hombres que están en ella desde niños, atados por las piernas y el cuello,
de modo que tengan que estarse quietos y mirar únicamente hacia adelante, pues
las ligaduras les impiden volver la cabeza; detrás de ellos, la luz de un fuego
que arde algo lejos y en plano superior, y entre el fuego y los encadenados, un
camino situado en alto, a lo largo del cual suponte que ha sido construido un
tabiquillo parecido a las mamparas que se alzan entre los titiriteros y el
público, por encima de las cuales exhiben aquellos sus maravillas.
- Ya lo veo-dijo.
- Pues bien, ve ahora, a lo largo
de esa paredilla, unos hombres que transportan toda clase de objetos, cuya
altura sobrepasa la de la pared, y estatuas de hombres o animales hechas de
piedra y de madera y de toda clase de materias; entre estos portadores habrá,
como es natural, unos que vayan hablando y otros que estén callados.
- ¡Qué extraña escena describes
-dijo- y qué extraños prisioneros!
- Iguales que nosotros-dije-,
porque en primer lugar, ¿crees que los que están así han visto otra cosa de sí
mismos o de sus compañeros sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la
parte de la caverna que está frente a ellos?
- ¿Cómo--dijo-, si durante toda
su vida han sido obligados a mantener inmóviles las cabezas?
- ¿Y de los objetos
transportados? ¿No habrán visto lo mismo?
- ¿Qué otra cosa van a ver?
- Y si pudieran hablar los unos
con los otros, ¿no piensas que creerían estar refiriéndose a aquellas sombras
que veían pasar ante ellos?
- Forzosamente.
- ¿Y si la prisión tuviese un eco
que viniera de la parte de enfrente? ¿Piensas que, cada vez que hablara alguno
de los que pasaban, creerían ellos que lo que hablaba era otra cosa sino la
sombra que veían pasar?
- No, ¡por Zeus!- dijo.
- Entonces no hay duda-dije yo-de
que los tales no tendrán por real ninguna otra cosa más que las sombras de los
objetos fabricados.
- Es enteramente forzoso-dijo.
- Examina, pues -dije-, qué
pasaría si fueran liberados de sus cadenas y curados de su ignorancia, y si,
conforme a naturaleza, les ocurriera lo siguiente. Cuando uno de ellos fuera
desatado y obligado a levantarse súbitamente y a volver el cuello y a andar y a
mirar a la luz, y cuando, al hacer todo esto, sintiera dolor y, por causa de
las chiribitas, no fuera capaz de ver aquellos objetos cuyas sombras veía
antes, ¿qué crees que contestaría si le dijera d alguien que antes no veía más
que sombras inanes y que es ahora cuando, hallándose más cerca de la realidad y
vuelto de cara a objetos más reales, goza de una visión más verdadera, y si
fuera mostrándole los objetos que pasan y obligándole a contestar a sus
preguntas acerca de qué es cada uno de ellos? ¿No crees que estaría perplejo y
que lo que antes había contemplado le parecería más verdadero que lo que
entonces se le mostraba?
- Mucho más-dijo.
II. -Y si se le obligara a fijar
su vista en la luz misma, ¿no crees que le dolerían los ojos y que se
escaparía, volviéndose hacia aquellos objetos que puede contemplar, y que
consideraría qué éstos, son realmente más claros que los que le muestra .?
- Así es -dijo.
- Y si se lo llevaran de allí a
la fuerza--dije-, obligándole a recorrer la áspera y escarpada subida, y no le
dejaran antes de haberle arrastrado hasta la luz del sol, ¿no crees que
sufriría y llevaría a mal el ser arrastrado, y que, una vez llegado a la luz,
tendría los ojos tan llenos de ella que no sería capaz de ver ni una sola de
las cosas a las que ahora llamamos verdaderas?
- No, no sería capaz -dijo-, al
menos por el momento.
- Necesitaría acostumbrarse, creo
yo, para poder llegar a ver las cosas de arriba. Lo que vería más fácilmente
serían, ante todo, las sombras; luego, las imágenes de hombres y de otros
objetos reflejados en las aguas, y más tarde, los objetos mismos. Y después de
esto le sería más fácil el contemplar de noche las cosas del cielo y el cielo
mismo, fijando su vista en la luz de las estrellas y la luna, que el ver de día
el sol y lo que le es propio.
- ¿Cómo no?
- Y por último, creo yo, sería el
sol, pero no sus imágenes reflejadas en las aguas ni en otro lugar ajeno a él,
sino el propio sol en su propio dominio y tal cual es en sí mismo, lo que. él
estaría en condiciones de mirar y contemplar.
- Necesariamente -dijo.
- Y después de esto, colegiría ya
con respecto al sol que es él quien produce las estaciones y los años y
gobierna todo lo de la región visible, y que es, en cierto modo, el autor de
todas aquellas cosas que ellos veían.
- Es evidente -dijo- que después
de aquello vendría a pensar en eso otro.
- ¿Y qué? Cuando se acordara de
su anterior habitación y de la ciencia de allí y de sus antiguos compañeros de
cárcel, ¿no crees que se consideraría feliz por haber cambiado y que les
compadecería a ellos?
- Efectivamente.
- Y si hubiese habido entre ellos
algunos honores o alabanzas o recompensas que concedieran los unos a aquellos
otros que, por discernir con mayor penetración las sombras que pasaban y
acordarse mejor de cuáles de entre ellas eran las que solían pasar delante o
detrás o junto con otras, fuesen más capaces que nadie de profetizar, basados
en ello, lo que iba a suceder, ¿crees que sentiría aquél nostalgia de estas
cosas o que envidiaría a quienes gozaran de honores y poderes entre aquellos, o
bien que le ocurriría lo de Homero, es decir, que preferiría decididamente
"trabajar la tierra al servicio de otro hombre sin patrimonio" o
sufrir cualquier otro destino antes que vivir en aquel mundo de lo opinable?
- Eso es lo que creo yo -dijo -:
que preferiría cualquier otro destino antes que aquella vida.
- Ahora fíjate en esto -dije-:
si, vuelto el tal allá abajo, ocupase de nuevo el mismo asiento, ¿no crees que
se le llenarían los ojos de tinieblas, como a quien deja súbitamente la luz del
sol?
- Ciertamente -dijo.
- Y si tuviese que competir de
nuevo con los que habían permanecido constantemente encadenados, opinando
acerca de las sombras aquellas que, por no habérsele asentado todavía los ojos,
ve con dificultad -y no sería muy corto el tiempo que necesitara para
acostumbrarse-, ¿no daría que reír y no se diría de él que, por haber subido
arriba, ha vuelto con los ojos estropeados, y que no vale la pena ni aun de
intentar una semejante ascensión? ¿Y no matarían; si encontraban manera de
echarle mano y matarle, a quien intentara desatarles y hacerles subir?.
- Claro que sí -dijo.
III. -Pues bien -dije-, esta
imagen hay que aplicarla toda ella, ¡oh amigo Glauco!, a lo que se ha dicho
antes; hay que comparar la región revelada por medio de la vista con la
vivienda-prisión, y la luz del fuego que hay en ella, con el poder del. sol. En
cuanto a la subida al mundo de arriba y a la contemplación de las cosas de
éste, si las comparas con la ascensión del alma hasta la. región inteligible no
errarás con respecto a mi vislumbre, que es lo que tú deseas conocer, y que
sólo la divinidad sabe si por acaso está en lo cierto. En fin, he aquí lo que a
mí me parece: en el mundo inteligible lo último que se percibe, y con trabajo,
es la idea del bien, pero, una vez percibida, hay que colegir que ella es la
causa de todo lo recto y lo bello que hay en todas las cosas; que, mientras en
el mundo visible ha engendrado la luz y al soberano de ésta, en el inteligible
es ella la soberana y productora de verdad y conocimiento, y que tiene por
fuerza que verla quien quiera proceder sabiamente en su vida privada o pública.
- También yo estoy de acuerdo
-dijo-, en el grado en que puedo estarlo.